En años recientes, una serie de realidades geopolíticas se han hecho evidentes en la economía internacional: el surgimiento de una nueva potencia mundial a partir de una economía centralmente planificada; el rompimiento del consenso económico liberal; el advenimiento de la economía digital y la divergencia en los enfoques para regularla, entre otros, con la carrera por el liderazgo en inteligencia artificial y redes 5G, de por medio.
El choque de estas realidades ha implicado un pronunciado giro en la dirección de las iniciativas de liberalización del comercio y la inversión a nivel global, y ha llevado a EU a cuestionar las reglas actuales del comercio internacional. Nadie debería decirse sorprendido al respecto. Desde marzo de 2017, los documentos de la Agenda de Política Comercial del Presidente publicados anualmente por la Oficina del Representante Comercial de Estados Unidos (USTR), expresan insatisfacción con las reglas comerciales actuales, sean éstas bilaterales, o en el marco de la Organización Mundial del Comercio (OMC).
En estos documentos, incluyendo la reciente versión 2020, EU reafirma su derecho a asegurar la aplicación de sus leyes para defenderse de prácticas desleales, usar su poder de mercado para incentivar nuevas negociaciones, y asegurar la observancia de sus intereses comerciales en terceros países.
Además, enfatiza como un reto fundamental, ajustar las reglas para responder al hecho de que «una parte no menor» de la economía global no opera bajo las fuerzas del mercado. Siguiendo esas agendas, EU ha trazado y ejecutado líneas de acción en diversos frentes, que confirman su objetivo de buscar una reconfiguración del orden actual. Prueba de ello son el T-MEC, que se convierte en el modelo de acuerdo amplio que impulsará en adelante, y que privilegia la relocalización de cadenas de suministro, en sectores como el automotriz; el acuerdo «fase 1» con Japón, que pone a prueba los requerimientos para cumplir con el estándar de «acuerdo amplio» en la OMC; y el acuerdo «fase 1» con China que, preocupantemente, normaliza el trato discriminatorio, los aranceles por encima de los niveles permitidos en la OMC, y el «comercio administrado».
En 2020, un eventual (¿mini?) acuerdo entre EU y la Unión Europea, y la reforma de la OMC, constituirán los siguientes frentes de acción. Respecto a la OMC, y en preparación a su 12ª Reunión Ministerial (8-11 junio, Kazajistán), las señales recientes de EU han sido diversas: desde rumores sobre su posible retiro del Acuerdo sobre Contratación Pública (compras de Gobierno), y un aumento de sus niveles arancelarios máximos comprometidos en dicha institución; hasta decisiones oficiales, como la modificación a su Ley de Impuestos Compensatorios, para eliminar el trato especial de «país en desarrollo» (otorgado a países como China, India, Brasil, e Indonesia, entre otros); y la publicación de un reporte exclusivamente dedicado a señalar el -a su juicio- inadecuado funcionamiento del Órgano de Apelación. Además, durante la próxima reunión del Consejo General (3-4 marzo), máxima instancia de la OMC, EU hará converger varios frentes de disputa cuando planteé un proyecto de Decisión para que ese órgano afirme que la membresía de la OMC debe operar estrictamente bajo principios de economía de mercado.
Todo lo anterior no solo muestra que EU busca revisar a profundidad los supuestos bajo los cuales opera el comercio internacional actual. También implica que, en ausencia de consensos para modificarlos, ejercerá su peso económico, definiendo los términos que otros países deberán cumplir para ingresar a su mercado.
El horizonte de esta agenda revisionista es largo; varios de los planteamientos expuestos, aunque han tomado forma en la actual administración, tienen respaldo bipartidista. Esta dinámica, con trasfondo geopolítico, marca una fractura de largo plazo a nivel global, con implicaciones para la gobernanza multilateral. Este complejo marco exige que países altamente dependientes del comercio exterior se adelanten, como México en el T-MEC, planteando asertivamente el lugar que desean ocupar en la nueva realidad comercial. Ante la posibilidad de una fragmentación comercial profunda, incluso la inacción tendrá consecuencias de largo plazo. Ex Embajador de México ante la OMC Socio Senior en Consultores Internacionales Ansley
Fuente: Reforma.com https://www.reforma.com/politica-comercial-de-eu-en-2020-agenda-revisionista-2020-03-03/op175345